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Foto del escritorEl Camino del Yak

Reconocer la locura personal



En esto consiste la verdadera sabiduría, en reconocer mi poco tino y puntería para pegarle al tiro al blanco de mi vida. En darme cuenta de mi inconsciencia, en bregar a despertar, en abrir los campos de conciencia, en dejar entrar la luz a mi propio yo.


Estas líneas no dan mayor información sobre la vida, no aportan más ideas para el cerebro, quieren ser una llave para la piel personal de tal manera que genere un Cambio en mi Conciencia. Si no comprendo nada, es porque aún no tengo las llaves para el despertar.


Recuerdo una narración parabólica que habla sobre el escalar el Himalaya, y las indicaciones del Sabio, son que ponga el caminante mucha atención en la escalada para ir leyendo unos avisos que están escritos en vallas a lo largo del penoso camino y que se deben leer con mucha conciencia para tener toda la información sobre el qué-hacer cuando se llegue a la cima del Everest y cómo descender de nuevo. Así es la vida: subir hasta la cima para descender a la vida con todo el proceso del aprendizaje y la experiencia para ser testimonio existencial. Si no empiezo a caminar, la parte de mí que está dormida nunca despierta, en eso consiste vivir; en aprovechar los momentos de vigilia para hacerme consciente.


Me hace sonreír cuando escucho a los occidentales, burlarse un poco de las mujeres árabes con la cara tapada…van a oscuras por la vida y no se dejan ver. Ese velo lo llevamos todos los que andamos por la vida como dormidos, sin dejarnos ver, sin poder leer la realidad por ese manto que cubre nuestra verdadera identidad. Buda lo predicó desde el principio cuando escribía sobre la DUKKHA, que es el descontento, el sufrimiento, la simple desdicha que se deposita en cada ser humano. Esa nube que no nos deja ver, esa Dukkha, nos tapa los ojos de la realidad y tarde o temprano se manifiesta en el “desamor” con el que naufragamos en la vida.


De ahí que deambulamos por la vida sin dar en el blanco, sin la flecha clavada en la diana, con una vida torpe y sinsentido o todo inundado de fatigas y resentimientos que nos agotan más de la cuenta. No hay duda de que la mente humana se empeña en desarrollos inteligentes, pero al mismo tiempo raya en la locura y el desajuste.

Hay dos trípodes desastrosos que rompen a cada ser humano y a toda la humanidad.

El primer trípode es el miedo, la vanidad y la neurosis.


a. Miedos. Son unas trampas que paralizan o nos vuelven osados. Con el miedo, los impulsores de la vida son cargas descontroladas que arruinan el proyecto de la existencia a los seres humanos. Los miedos que llegan a ser 28, son en el fondo la antesala del miedo principal: miedo a la muerte.


Los miedos nos paralizan, no nos dejan disfrutar, nos bloquean, la gente se especializa en ahondar y decirle al cerebro todo el caudal miedoso que no lo deja actuar o que le hace cometer todos los errores. Con miedo tomamos determinaciones llenas de inconvenientes. Los miedos son temas recurrentes que se repiten en el cerebro, se fotocopian en la conversación y cansan en la realidad de tanto repetirlos para que anestesien de tal manera que no dejan actuar, o hacerlo torpemente.

Los Miedos nos precipitan a riesgos innecesarios, los peligros para generar adrenalinas extras y poder justificar que estamos vivos de manera azarosa, de forma desasosegada. Los miedos torpedean la vida, la sabotean, se encargan de atraparnos en callejones sin salida para hacernos la vida más penosa. Es en los miedos que fracasan los sueños de la realización humana convirtiéndola en una pesadilla interminable llena de sinsabor, rabias, frustraciones, violencia, hostilidad generalizada para no poder vivir pacíficamente y con la dulzura de ser humanos.

b. Vanidad. Son unos resortes extras que nos instalan en la prepotencia, la des-armonía, la desproporción para creernos más que los demás, andar por la vida comparándonos, deambular haciendo unos cercos, crear unas capas elitistas con separaciones de clases y de todo tipo de modalidades para aislarnos de los otros a quienes consideramos inferiores por muchas variables con tal de no parecernos a nadie y acentuar la originalidad como si fuéramos seres aparte, de mejor calidad. Rasgos tan vergonzosos que solo nos hacen caer en la trampa de ser especiales cuando somos de la misma serie humana. Vanidad que muestra una máscara tan inhumana que nos asusta, ante todo a nosotros primero, volviéndonos unos monstruos. Los vanidosos no encuentran el espejo suficientemente armónico para mirarse y les parece que el reflejo y la brillantez del vidrio donde se asoman está ordinario porque ellos son más esplendorosos que la figura aparecida. ¡Ellos son más que la realidad! Prepotencia por cualidades, por carácter, por dinero, por belleza, por criterios, por inteligencia, por méritos, por abundancias y trabajos realizados, por vestir, caminar y alardear. Por ser un comprador de cosas-objetos-juguetes y consumidor de necesidades inútiles.

c. Neurosis. Son unas gafas que nos impiden ver bien la realidad, es una visión de la vida exagerada, dispar, sin autoestima, irreal, disfuncional que nos va desordenando la realidad y la confundimos sin saber si ocurrió o es una fantasía inventada. Las neurosis o sobre-dimensionan la realidad o la infra-valoran, pero no la pueden medir en sus justas proporciones. Neurótico es quien se queja, demanda más de lo necesario, no acepta la realidad, llora mucho, se cree imprescindible, no se ubica en ninguna parte, no disfruta sanamente, necesita drogas extras para sentirse vivo. Confunde las emociones y llora cuando debe reír, se asusta cuando triunfa, tiene demasiadas disculpas para vivir mal.

Su desorden vital anuncia muchas frustraciones, sus violencias con la vida, califican la poca alegría de vivir con autenticidad, sus fallas continuas avisan que no aprende y repite los mismos errores, su ansiedad califica que no está satisfecho y armónico de existir.

Inestables por cualquier causa, desasosegados por cualquier variable, aburridos ante las pautas ordinarias de vivir. En roce continuo con los demás y en pelea constante con la realidad. Demandantes, exigentes, castigadores de los otros terminan por no disfrutar con nadie ni con nada. Se vuelven negativos, insatisfechos, controladores, perseguidores y victimarios. Nunca nadie, ni mucho menos la vida les aplaude lo que hacen. La neurosis no permite el disfrute normal de la existencia, es creer que la Vida cambia con pases mágicos, que se puede vivir de otra forma más agradable sin resolver este problema y huyendo donde el problema no resuelto, deje de molestar porque si.

La vida debe, la vida estafa, la vida es propia de muchas quejas contra ella. El neurótico es un insatisfecho vital. Jamás está contento, deambula con un profundo desasosiego existencial sin disfrutar nada. Vive a la caza de sensaciones tan monstruosas para que le inyecten alguna vitamina extra, como para poder afirmar que está vivo. Vive preso entre la ansiedad, la insatisfacción, el aburrimiento y el agotamiento. Nada lo alegra, nadie lo satisface, todo lo satura. Vive a toda velocidad sin detenerse en ningún sitio para sentir satisfacción y armonía. Ni él mismo se conoce y le parece aburrido detenerse a contemplar a los que debiera querer, amar y respetar. No acompaña a nadie y es como la sombra de sí mismo que asustado es un fantasma para todos. Todo le da miedo, hasta enfrentarse consigo mismo, pero huye de todo compromiso, se fuga de la realidad social, afectiva, humana y relacional. No es capaz de manejar el tiempo, el reloj es un tormento, no cumple con las relaciones afectivas.

El segundo trípode descansa en otros aspectos muy tenebrosos para el desorden de la Tierra: cosificación, codicia y los deseos de poder.

A. COSIFICACION:

Hay una cierta simbiosis entre las cosas, los objetos, la realidad material y la mente. El cerebro se antoja de todo, diseña y se apodera de todo lo que quiere.

La mente está condicionada por el pasado. Cuando ya no tenemos los juguetes de la infancia, en la adultez los reemplazamos con otros utensilios. El EGO, tiende a identificarse con las cosas, la palabra MIO, es parte integral de nuestro propio yo y no solo se apodera de los objetos, sino que pasa a ser parte integral de cada ser humano. Identificación viene de la palabra IDEM: que significa igual, lo mismo, idéntico, parecido.

De modo que la COSIFICACION es como hacer lo mismo que el objeto, actuar de la misma manera, ser idénticos al objeto, parecernos a la Cosa misma. Le infundimos el ser, a la cosa identificada con el quehacer y por eso la cuidamos tanto, nos preocupamos de tal manera que pasamos a ser como otra cosa identificada con el objeto, un individuo lleno de cosas, una cosa proyectada, un objeto despersonalizado. Un individuo cosificado, o una cosa despersonalizada, sin vida real.


Un desgaste emocional enfermizo. Todo se da por el apego, la cosificación, la destrucción de la persona, las obsesiones de querer poseer, acaparar, cuidar, consumir, de tener a toda costa. Todo esto le genera un gran desgaste y una profunda des-humanización. Somos extraños en medio de cosas.


En la medida que nos desgastamos nos llenamos de COSAS para aparentar que estamos vivos, las cuidamos tanto que cuando se nos pierden, se nos envolata la brújula del sentido de vivir.


Cuando el EGO se llena de cosas pierde el sentido de ser, de sentirse persona, se “cosifica”, se “objetiviza”, se pierde entre los materiales. El concepto de PROPIEDAD, pierde todo sentido real cuando las cosas-objetos nos absorben de tal forma que esa identificación con las cosas son la fuerza de la mente que nos empuja a la pérdida de la identidad personal. Cuando ese EGO, llega a creer que ser es igual a tener, se pierde a sí mismo. Eso conduce a que son los otros quienes nos definen por las cosas que acumulamos, que cuidamos, que nos atraen y nos imantan (de imán), hasta el embrutecimiento.

¿Cómo desprendernos?

No necesitamos cosas para conseguir la sensación de SER. Quitar una falacia en torno a TENGO, LUEGO EXISTO. Las cosas, no son el termómetro de mi personalización. La realidad es que las cosas acumuladas, me quitan la libertad y más si tengo que cuidarlas, dedicarles tiempo, atenciones y energía.

B. CODICIA:

La Frase clave es todavía no tengo lo suficiente, y nunca será el tiempo suficiente para adquirir todo lo que necesito y de todo lo que me antojo. Porque todo ser humano es un “lago profundo” que nunca se llena, no hay satisfacción. Vive “Sin-medida” para decir hasta aquí. Todo EGO aspira a tener más, a multiplicar, a inundarse de mucho, incluso de TODO. Porque le parece que como no tiene de todo, todavía no es todo.

El deseo por apoderarse lo mantiene vivo mientras reemplaza el DESEO por la cosa soñada, por las materialidades que quiere. El EGO, desea más cada día poseer todo lo que se le antoja. El deseo de propiedad no le es satisfecho nunca. Un sediento donde la cantidad de agua no es medible.

Las palabras y realidades de: “mi, mío, quiero, necesito, todavía no es suficiente, se me antoja, lo busco, deseo tenerlo, es para mí”, son más que frases, unas Compulsiones del cerebro que disponen toda la fuerza hasta conseguirlas y sin medida, sin equilibrio.

Fuerzas soñadas, pero nunca logradas, pero no se detiene en su búsqueda. Nunca, nada es SUFICIENTE.

C: Los deseos de PODER:

Hasta el Cuerpo se va identificando con las cosas, la codicia genera parecidos, se va asimilando con los objetos que proyecta el ser humano en su cerebro y que lucha por conseguirlos.


Muchas personas asimilan la estructura de su cuerpo con las dinámicas del vigor físico, la apariencia, la riqueza, la comparación con los otros y se quedan en lo externo. Los conceptos de CUERPO los proyectan en el PODER para mandar, imponerse, ajusticiar a los demás. Se creen de mejor calidad, potencia y con el ascendente de controlar y mandar en el mundo.


Todos esos atributos físicos cuando desaparecen…lo desaniman de tal forma que no aguantan la frustración. Abandonan el querer vivir o se convierten en insoportables derrotados o aceleran más la capacidad de mando y violencia.


Se olvidan de SER. Porque el EGO, se identifica con la forma. Las formas son el cuerpo físico, las cosas, las materialidades, los objetos, los cuerpos ajenos, los pensamientos con los que nos identificamos, las ideas tejidas en nuestro cerebro a quienes les ponemos formas caprichosas y ogros asustadores que terminan por asustarnos. El EGO es un conglomerado de pensamientos repetitivos y patrones mentales condicionados por la fuerza del YO, que nos llegan a destruir. La realidad se convierte en pesadilla.

Estos dos trípodes se encargan de enfermarnos, destruirnos e incluso de despersonalizarnos.


La Conciencia es para entrar y revisar, detectar y reconocer las heridas que sangran sin dejarnos vivir en paz, desde la infancia lastimada y no sanada.


Reconocer la locura personal es un paso importante en la construcción de nuestro propio yo para que viva más sano al final de nuestros días.


Reconocer la LOCURA personal es un logro de nuestra madurez, humildad y reconocimiento de ser criaturas.


Creados a partir de la nada, para disfrutar de las cosas creadas, pero no para llevarnos nada, ni acaparar por el camino de la vida.


Aplaudir lo que hay, utilizar lo que encontramos, disfrutar de lo que nos toca, soñar lo que anhelamos, conseguir algunas metas y entregar la creación mejor de lo que la encontramos.

Eso es desmontar los dos trípodes que tanto daño nos hacen hasta desfigurarnos el rostro, amputar nuestro cuerpo y despersonalizar nuestros intereses. Los intereses desmedidos son los enemigos de nuestro Yo que debería crecer reconociéndose creatura ante el Creador. Vinimos sin nada, el desprendimiento y el deseo por no acaparar ya son una manera de preparar con el morir, y de a poco, la Muerte.

Reconocer la Locura personal es la mejor forma de preparar la vida del final. Reconocer la Locura personal es la manera más humana de avanzar por la vida adivinando el final: ¡con un gran desprendimiento!

Julio 5 de 2.008

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