1. Comienzo, fundación, inicio de Macondo.
2. Desarrollo, crecimiento, culmen de la vida macondiana.
3. Final, desaparición, entierro y olvido.
La vida posee tres fases el nacimiento, el desarrollo y el final. Hay como unas etapas para recorrer en la vida muy bien marcadas que se pueden señalar como nacer-crecer y morir.
1.
En Macondo podemos describir el nacimiento asombroso “cuando llegaron con el imán, en un mes de marzo, cuando aparecían los gitanos y plantaban las carpas cerca de la aldea y con gran alboroto de pitos y timbales daban a conocer los nuevos inventos. Un gitano corpulento con el nombre de Melquiades hizo una truculenta demostración pública de lo que él mismo llamaba la octava maravilla de los sabios alquimistas de Macedonia”.
Ese era el comienzo, el inicio, la primera manera de presentarse este nuevo pueblo fundado para la humanidad “junto a un rio de piedras pulidas, blancas y enormes como huevos prehistóricos. Era apenas una aldea de veinte casas de barro y caña-brava construidas” a orillas del “mundo tan reciente que muchas cosas carecían de nombre y para mencionarlas había que señalarlas con el dedo.”
“El imán, arrastraba todos los lingotes metálicos, los calderos, las pailas, las tenazas, los anafes se caían de sus sitios y las maderas crujían por la desesperación de los clavos y los tornillos tratando de desenclavarse” así como son todos los movimientos de la inauguración de las relaciones humanas, de las amistades y enamoramientos de los seres humanos cuando empezamos a tratarnos al principio y todo es la magia del encuentro, la magia para atraer al otro, para descrestarlo, para que todo lo truculento funcione a favor mío y atraiga al otro encadenado de a poco. Y le ponemos nombre a las cosas y realidades para hacer del mundo nuevo una realidad sorprendente, simple, prodigiosa. “Porque las cosas tienen vida propia, pregonaba el gitano con áspero acento, todo es cuestión de despertarle el ánima” Así se siente todo comienzo de las realidades, dando ANIMO a las cosas y a las posibilidades. Inyectando fuerza en los otros para contagiarlos a fundar y empezar algo nuevo.
Claro que hay comienzos dolorosos porque así como hay gente linda y constructora estos conviven con malandros y groseros que inauguran otras formas de vivir, solo que con una realidad muy triste. Estos también viven en 100 años de soledad y hacen la vida mas difícil.
Todos tenemos un José Arcadio Buendía por dentro que hace ver el oro por debajo de la tierra y con la alegría de sacarlo con el imán nos imaginamos que sale del centro del barro y aparece a los ojos de las realidades nuevas y recién fundadas. Hoy mismo, lejos de la fundación del viejo Macondo, el país vive otra fiebre de sacar oro a cualquier precio, en cualquier filón a orillas de cualquier rio, en las alturas de los páramos vírgenes y llenos de agua, y la imaginación traza unas nuevas fronteras amarillas y doradas para desparramar toda la tierra y esculcar para sacar cualquier pepita metálica. “Muy pronto ha de sobrarnos oro para empedrar la casa” replicó su marido y así es en este país de Macondo donde las llaves de las duchas, los baños y los jacusis se pintaron de dorado para aparecer mas ricos con respecto a la tragedia que éramos, en un pueblo macondiano y pobre pero absolutamente descrestado por las riquezas ligeras de lo aparente. Y volvimos al Macondo de antes un territorio sin forma, sin ferrocarril, sin bananeras y otros cultivos, sin telégrafo y otras comunicaciones sanas pero si llenos de narcotráfico y drogas de todo tipo, con violencias nuevas y otras maneras de amedrentar a la humanidad.
Pero la fuerza y la prudencia de su mujer Úrsula Iguarán, no alcanzó a disuadirlo porque el machismo de los colombianos jamás escucha la voz de la mujer por creerla torpe, insalubre y llena de ignorancias. Desde esa época proviene la testarudez y la grosería de Colombia masculina empeñada en infinidad de torpezas descaradas y obscenas hasta desatar la guerra fratricida de guerrillas que aún no podemos ni sabemos terminar aunque hayamos ido al Caguán, a Tlaxcala y a Alemania y ahora en La Habana Cuba, no encontramos las dos rúbricas que pongan fin a la guerra.
Parece que inauguramos, que comenzamos, que somos capaces de imaginarnos la guerra pero no somos capaces de parar, de darle término, de dejar de pelear porque nos queda grande semejante determinación adulta y seria. El egoísmo, la torpeza y la lucha de los egos es mas fuerte que la humildad y la sensatez.
Colombia se dividió penosamente entre dos nombres, entre dos maneras de ser, entre dos formas de agredir la realidad: “los AURELIANOS, eran retraídos, pero lúcidos”, estudiosos, serenos, tranquilos, empresarios, generadores de paz y constructores.
“Y los JOSE ARCADIOS, mas volátiles, impulsivos, emprendedores pero marcados por el signo de lo trágico” y estos se inventaron el anti-macondo lleno de cultivos raros, con el tráfico de toxinas, de armas venidas del extranjero, de corrupciones y violencias nuevas, de estancamientos y retrasos, de maneras de vivir solapadas y groseras. Estos retorcieron a las cortes, la manera de hacer política, las elecciones, todo lo cubrió este país con paramilitares, inflaron los precios de hacer carreteras y rifar los pliegos para licitaciones de cualquier cosa con tal de poner a funcionar carruseles de las contrataciones y de los despilfarros y así robar al nuevo Macondo.
Estos cambiaron la educación en torno al libre desarrollo de la personalidad, se inventaron una nueva forma de administrar la salud y corrompieron la justicia. Y el trípode donde puede funcionar un Estado, quedó cercenado sin ningún asomo de remedio; deambulamos sin educación para la paz y el respeto, con unos conocimientos estancados en la vida rural y en manos de profesores salpicados de ideologías pasadas de moda y trasnochadas de socialismos sin sentido, sin salud con un pos politizado y a cuenta gotas, con una medicina que siempre llega a tarde con respecto a las fórmulas médicas y las enfermedades de las gentes, y la injusticia al galope de la llanura. Donde solo los que pagan quedan cobijados en la libertad, con testigos falsos y pagos, con impunidades inverosímiles y con jueces atrancados para leer todos los arrumes de las declaraciones y en medio de los desórdenes, olvidos y enredos para que venzan los términos y se declaren nulos los procesos.
Fuimos capaces de construir un pueblo nuevo llamado Macondo, a orillas de un rio diáfano pero lo hemos destruido en 70 años de guerra vergonzosa sin asomarnos a verla crecer con la alegría de la paz y de la cordialidad humana. Preferimos revolcarlo en la sangre y la violencia para que no quede rastro de lo que fundamos sino que hablemos de lo que destruimos.
Lástima, un día en Macondo nos imaginamos un pueblo lleno de mariposas amarillas volando… pero al despertar de la pesadilla de muchos años, preferimos pintar estrellas negras en todas las calles, los rincones, las carreteras y los bosques con el recuerdo de los muertos, los desaparecidos, los secuestrados, los desplazados, los violados y los falsos positivos. Además de ver a los mutilados por las minas traicioneras que sembramos debajo de las hojas y olvidarlos sentados sin ningún tipo de movimiento sano y saludable. Para todos estos ya no hay IMAN.
2.
Cuando ya las cosas nacieron, brotaron en Macondo miles de formas del desarrollo, saltó todo el embrollo a veces inverosímil como de pintura sub-realista. Los afanes van adquiriendo unos visos de crecimiento en pareja, y de crecimientos personales donde cada uno compite con el otro de la pareja, y se abre a competencias cercanas entre hermanos, entre familiares y así hacen toda una OLA por toda la sociedad.
Macondo era toda una acuarela de negocios, de inventos, de maneras de facturar, de invitar al desarrollo, de formas para organizar comercios, industrias, pirámides que generaran riqueza y de “interbolsas” para guardar dineros de todos aquellos que no pueden multiplicar sus ahorros y sobrantes y les abren las agallas y ambiciones a estos compulsivos del dinero con enredos imaginarios y violaciones de cualquier ley económica y traficante de paraísos fiscales, donde nadie controla a nadie y todo se envolata en cuentas de bancos secretos y en playas de bancos que recogen tanta basura como cuentas sin dueño fijo.
Macondo comenzó a crecer. ”Llegó el catalejo y la lupa”. Y por eso gritaban que “la ciencia ha eliminado las distancias”. Mas tarde aparecieron “el astrolabio, la brújula y el sextante”. Desde las profundidades del laboratorio” encerrado en su casa” se dedicó a investigar porqué “el mundo es redondo como una naranja” y eso le permitió desde su encierro investigador, deducir que había un método “exacto para encontrar el medio-día”. Además, y con gran alegría expresó ”Carajo: Macondo está rodeado de agua por todas partes”.
Desde los tiempos de la fundación, José Arcadio se dedicó a “construir trampas y jaulas y desde allí llenó de turpiales, canarios, azulejos y petirrojos a toda la aldea”. Como cada día “se ensanchaba mas su industria de animalitos de dulce y caramelo, abrió otra forma de envolatar el tiempo de la soledad haciendo pudines, merengues, bizcochuelos y panes de todo tipo, que se vendían en pocas horas por todos los vericuetos de la ciénaga”.
Era tan febril el progreso que se le ocurrió “construir un baño para hombres y otro para mujeres en el patio de la casa. Levantó una caballeriza grande, un gallinero alambrado, un establo para ordeñar y una pajarera abierta a los cuatro vientos para que llegaran y se fueran todos los pájaros, sin rumbo alguno”.
Apareció de pronto “la pianola que llegó empacada por pedazos en cajas especiales, junto a los cristales de bohemia, las vajillas de las indias, los manteles de Holanda y una rica variedad de lámparas, floreros y tapices”. Pietro Crespi fue el escogido para que armara y afinara la pianola.
Además que fue el primer profesor de música de la región. Macondo progresaba a pasos inverosímiles, y con frases verticales que hacían de lo obvio una certeza espectacular para fortalecer la fuerza del pueblo. ”Macondo vivía los tiempos del alquimista sabio rodeado de animales destripados con mecanismos deshechos, tratando de perfeccionarlos con un sistema de movimiento del péndulo”.
Por Macondo “pasaron sardinas portuguesas, una mermelada de rosas turcas, un primoroso mantón de Manila, porque ese pueblo adquirió una fina sensibilidad para apreciar las cosas y una ternura secreta”, que no había por esas regiones.
“Pietro Crespi había encontrado el amor y con esa dicha vino la prosperidad. Su almacén ocupaba casi una cuadra, era un invernadero de fantasía, con reproducciones del campanario de Florencia que daba la hora con un concierto de carillones y cajas musicales de Sorrento y polveras de China que cantaban al destaparlas tonadas en cinco idiomas.”.
Y con el tiempo llegó el telégrafo a Macondo, aparecieron las diversas formas de comunicación con el extranjero pero al mismo tiempo toda la vergüenza de la guerra y sus contradicciones que hacían de los datos toda una serie de malos entendidos dependiendo de quién informara. Liberales y conservadores cada uno tenía una versión de la guerra llena de manipulaciones en la información, con tal de sembrar mas escozor alrededor de la guerra interminable que nunca se acababa, aunque se dieran algunos datos de que era posible e inminente las firmas. ¡Lo peor de todo era que la guerra había acabado con todo el país! La guerra sumió al país en la miseria mas bestial.
Lo peor de la guerra es que cada uno echa la culpa del atraso al contrincante: claro que los unos atacando allí y escondiéndose allá hacen de la vida una guerrilla grosera y cobarde. Otros roban-manipulan-tuercen todos los contratos, políticas y leyes a su favor. Viven de la corrupción y los amaños vergonzosos. Carreteras y acueductos pagadas varias veces y llenas de trampas. Leyes groseras e impuestos cobrados sin ningún criterio fuera del egoísmo y las ventajas contra los demás.
Con Aureliano Segundo llegó la fabricación de pescaditos de oro y con Petra Cotes nacieron los cultivos de conejos de manera macondiana, inverosímil y mágica. ”Se reproducían y se volvían adultos con tanta rapidez, que apenas daban tiempo para vender los números de la rifa”. “Al amanecer, Aureliano abrió la puerta y vio el patio empedrado de conejos azules con el resplandor del alba” “Todos estos son los que nacieron anoche. “Qué horror!, ¿por qué no pruebas con vacas?” “De la noche a la mañana, Aureliano se hizo dueño de tierras y ganados y apenas si tenía tiempo de ensanchar las caballerizas y pocilgas desbordadas”. Tierras y potreros quitados a los campesinos y gentes pobres, a través de “paracos, facinerosos” y todos los que delinquen y asustan para poder apropiarse de tierras por todo el país.
“Macondo naufragaba en una prosperidad de milagro. Las casas de barro y caña-brava de los fundadores habían sido reemplazadas por construcciones de ladrillo, con persianas de madera y pisos de cemento”. “Los habitantes de Macondo, que ya no recordaban las empresas colosales de José Arcadio Buendía, se precipitaron a la ribera y vieron con ojos pasmados de la incredulidad, la llegada del primer y último barco que atracó jamás en el pueblo”.
“Hay que traer el ferrocarril!” Y apareció el tren de las once…las cuadrillas que tendieron rieles y durmientes…y vieron a Aureliano saludando con la mano, subido en la locomotora. El tren inocente desplegaba tantas incertidumbres y evidencias, tantos halagos y desventuras, y tantos cambios, calamidades y nostalgias había de llevar a Macondo”. “La gente de Macondo no sabía por dónde empezar a asombrarse”. Se trasnochaban contemplando las pálidas bombillas eléctricas alimentadas por la planta que llevó Aureliano en el segundo viaje del tren”.
“Después llegó el cine, que era una máquina de ilusiones… Después llegaron el gramófono y teléfono…y era como si “Dios hubiera resuelto poner a prueba toda la capacidad de asombro y mantuviera a los habitantes de Macondo en un permanente vaivén entre el alborozo y el desencanto, la duda y la revelación, hasta el extremo de que ya nadie podía saber a ciencia cierta dónde estaban los límites de la realidad”.
“Desde que se inauguró el ferrocarril, empezó a llegar todos los miércoles a las 11, se construyó la estación con madera, con escritorio, con teléfono, y con ventanilla para vender pasajes…”
“Por tren llegaron grupos de ingenieros, agrónomos, hidrólogos, topógrafos y agrimensores….el pueblo se transformó en un campamento de casas de madera con techos de zinc…y cuando llegaron los gringos empezó a verse dos Macondos: uno a cada lado de la línea del tren porque el otro-nuevo tenia calles bordeadas con palmeras, mesitas blancas en las terrazas, mallas eléctricas, ventiladores de aspas colgados de los techos, mallas metálicas como asemejando gallineros electrificados”. Y al otro lado el Macondo que dolía…lleno de soledad por mas de 100 años de incertidumbres.
“Para los forasteros llegados sin amor, convirtieron la calle de las cariñosas matronas de Francia en un pueblo más extenso que el otro y un miércoles de gloria llevaron en un tren cargado de putas inverosímiles, provistas de toda clase de ungüentos y dispositivos para estimular a los inermes, despabilar a los tímidos, saciar a los voraces, exaltar a los modestos, escarmentar a los múltiples y corregir a los solitarios”.
“Los negros, se asentaron en un rincón sereno, con casas de madera sobre pilotes donde se sentaban al atardecer cantando himnos melancólicos en su farragoso papiamento.”
“Era tal el movimiento que en Macondo se empezaron a levantar temprano para conocer el Pueblo”, todas las gentes y pobladores, vecinos y visitantes.
Mas tarde llego la Compañía bananera…y los funcionarios locales fueron sustituidos por forasteros autoritarios…
“Todo parecía un circo…Aureliano Buendía se mezcló con el desfile. Vio una mujer vestida de oro, un dromedario triste, un oso marcando el paso con la música que genera un cucharón y una cacerola, vio los payasos haciendo maromas y vio otra vez la cara de la soledad miserable cuando todo acabó de pasar…y solo quedaron unos curiosos asomados al precipicio de las incertidumbres.”
Como quedan las parejas llenos de dolor cuando terminan los fragores de la pelea, los silencios de las confrontaciones y los remilgos de los egoísmos que nunca dijeron la verdad de los sentimientos. Parejas despedazadas y bregando a repartir todo lo que consiguieron en la guerra interminable de la violencia, los afanes, los caprichos y la soledad. Soledad que no alcanza para ver las dos firmas de los contendores aunque estén reunidos en “La Habana” pero con criterios de egoísmo abismal e irreconciliable. Las luchas de dos egos sin ningún asomo de Compasión.
3.
Al morir Aureliano, en la casa no había lugar para las fiestas. Se hablaba en susurros, se comía en silencio, se rezaba el rosario tres veces al día, la música del clavicordio era fúnebre.
“Era como un hombre muy raro: se le veía en el rostro que iba a morir…” Y cuando ocurrió de deceso se perdió el sueño, el apetito, se hundió en una profunda soledad, y todos se convirtieron en estorbo. Elaboró un intrincado enredo de compromisos para desorientar a los demás…Sí, murió de viejo en la soledad, sin quejido, sin una protesta, sin una sola tentativa de infidencia, atormentado por los recuerdos y por las mariposas amarillas que no le concedieron un instante de paz y públicamente repudiado como un ladrón”.
¡Los acontecimientos que debían darle el golpe mortal a Macondo empezaron a vislumbrarse…cuando se empezó a sudar hielo! Desde que llovió cuatro años, once meses y dos días….y todo comenzó a enfriarse. Entre los dos desmantelaron las instalaciones, de la casa solo quedaron los escombros, y se empeñaron en borrar a Macondo de la faz de la tierra. En eso quedan los matrimonios separados, heridos y desgastados cada uno en las pesadillas de los recuerdos sórdidos y lamentables. Porque las estirpes condenadas a cien años de soledad no tendrán una segunda oportunidad sobre la tierra.
Una cosa es el agua que todo lo lava y por donde fluye la existencia al recorrer su camino por la vida y otra muy distinta es hacer con el agua bloques de hielo para embadurnar las paredes de la casa y someter a los demás al frio de la convivencia descarnada y agotadora. Los bloques de hielo no pueden ser las ventanas de la casa, que todo lo congelan y disecan. Sentar al otro sobre hielo quema los genitales de por vida y vuelve al otro un inútil para las labores del amor y otros pormenores del sexo.
Cuando le dijimos al otro que éste era el diamante mas grande del mundo, estábamos tan locos que confundimos con el hielo la vergüenza de vivir. Este es el invento mas triste del mundo: EL HIELO de la soledad. El hielo de la tristeza. El hielo de la incomunicación. El hielo del silencio que castiga a los otros, en vez de hablar.
Quien haga tocar el bloque de hielo al otro de la pareja y a los hijos….condena a las estirpes de 100 años de soledad a no tener mas oportunidad sobre la TIERRA.
Los separados y agresivos con la despedida borraron todos los vestigios de los “Buendía”, y los cambiaron por 100 años de soledad, silencio y grosería, reemplazando por malos-días interminables, cotidianos y eternos. Macondo ya no sería una ciudad de luz sino una montonera de oscuridad con ventanales de hielo por todas partes. Macondo como las parejas separadas después de la guerra, se sintió olvidada, y olvidada con el olvido irremediable del corazón, que es tan cruel como estar enterrado por el hielo por todas partes, hasta embalsamar los recuerdos mas infames. ¡El olvido de la muerte!
Y este olvido de la muerte es porque llegó hasta sus calles la enfermedad del insomnio. Insomnio que hace olvidar y perturbar la memoria y los corazones.
Antes de separarse vuelvan a ponerle nombre en unas tarjeticas a las cosas que los unieron: amor, regalos, rituales, alegrías compartidas, caricias, conversaciones amenas y desprevenidas, perdón y mucho perdón, abrazos y besos, “acunamientos”, detalles, viajes de reconciliación. Sí, marcar con un hisopo las realidades que los unieron, y a través del perdón intentar dejar el ego grosero donde cada uno levantó una estatua que todo lo enfrió para así volver a intentar vivir.
Y en esas tarjeticas escribir para qué sirve cada realidad descongelada: esta es una mujer, madre de mis hijos. Este es mi amante con quien entrené mi cuerpo, esta es la casa que nos albergó por tantos años, esto es un regalo para animar la emoción de quien camina conmigo. Esta es una brújula para reorientar el camino, juntos.
Solo con la reconciliación y el perdón, con la conciencia llena de compasión y la humildad, podemos no repetir otros 100 años de soledad tan triste como un Macondo lleno de óxido, olvido e insomnio. Solo así podemos reestructurar a esta Colombia despedazada por 100 años de soledad, de pelea intestina, de vergüenza fraterna, de guerra interminable, de conflicto entre ricos y pobres.
Abril 28 de 2.015
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