Mateo 15,1-20. “No es lo que entra en la boca lo que contamina, sino lo que sale del corazón”.
Ahí está la clave de ser cristiano, vivir con una gran fuerza interior de saber que lo que haga, lo que maltrate, lo que ofenda, lo que destruya, lo que invita a dejar el mundo peor de lo que lo encontré es la FATALIDAD. Ahí, se traduce el pecado, el desnivel humano.
El pecado es SINGULAR, ese no hace daño es como un habitante interior que tenemos dentro y nos hace frágiles, vulnerables y en peligro a toda hora. Nos conmueve y asusta desde adentro. El mal, adentro del corazón no hace daño, invita a controlarlo, a estar atento, a orar para que lo podamos controlar. El cerebro no se puede poner en blanco, sentir es normal, cuando nos acosan las EMOCIONES PRIMARIAS.
Pero el problema es cuando sale del corazón por las pasiones externas, cuando se vuelve PLURAL, cuando sale con hordas desbocadas y sin frenos. Lo plural es el peligro: se vuelven malas intenciones, asesinatos, violencias, maltratos, iras desenfrenadas, violaciones a mujeres indefensas y niños sin malicias crudas, robos, adulterios, falsos testimonios, injurias, celos altaneros, envidias corrosivas, venganzas sin control, injusticias sordas, desobediencias a las leyes, culpas llenas de rencor y resentimientos. Es el plural, lo que contamina y deteriora a la humanidad.
Lo que desea el cristianismo es que el ser humano creyente sea limpio, honesto, que apueste por la GRACIA. Que viva en su corazón sin que salga nada contaminante hacia afuera.
Revisar las causales por las cuales dejo salir el pecado-desnivel humano hacia afuera y contamino mi alrededor. Esto es lo mas típico de Jesús, ésta es la propuesta fundamental que caracteriza al cristiano.
Pregúntese, cómo sale su maldad, cómo destruye su vida y la de otros.
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