En los evangelios hay situaciones geográficas y experimentales para narrar que Jesús se retiró solo, que estaba en la montaña, que se apartó del bullicio, que lo encontraron a altas horas de la noche, que al amanecer fue a orar, que estaba con sus discípulos y de pronto se puso a orar…
Orar para Jesús no era un movimiento de pedir cosas, ni de llenar vacíos. Era una dimensión de conversar con su Padre para captar la Voluntad de Dios. Orar era una forma de alinear su vida en la Divinidad.
Orar es hacer silencio, alejarse de las presiones diarias, entrar en sí mismo como para poder comunicarse con el Padre y seguir sus planes.
Orar es afilar la obediencia al Padre para poder realizar el proyecto de Dios en la vida personal. Solo en el silencio y la oración se logra adquirir la experiencia de vivir la espiritualidad.
Y es a partir de la oración que les preguntó un interrogante fundamental: ¿quién dicen los hombres que soy YO? Y exclama el evangelio que Pedro el intrépido, el rápido, el explosivo contestó TU ERES EL MESIAS.
Parece que no contestó desde el fondo….esa respuesta es fallida. Fue contestando gracias al impulso, pero no sabía la profundidad de la respuesta. Dijo Mesías…..pero el que tenía en la cabeza, en las emociones, en sus caprichos. Era una respuesta de un Mesías poderoso, que tenía rasgos de Rey. Como nos pasa a Usted y a mi…que no nos combina, que no coincide el Mesías sencillo y humano con el rey que creemos que sea para poder vivir por encima de los demás. Un Dios potente, medio mago, que no le quedaba grande nada, pero lleno de preguntas sin respuestas porque no coincide el que tenemos en el cerebro pero lejos del que nos narran los Evangelistas.
Confesar a Jesús es sufrir, es vivir el evangelio, es estar dispuesto a que la vida es cruz, es dolor y sacrificio. Tener Fe, es estar disponible a aceptar los dolores, las enfermedades, los sufrimientos, los accidentes y el deterioro como los 5 problemas existenciales que tenemos que soportar en la vida.
Y todo esto comporta vivir la vida de la fe, es acompañar a Jesús, es seguir al Mesías no caprichoso al que seguimos, sino al que nos invita a transformarnos a su luz, a su fuerza, a su plan, a su proyecto. Y seguir a Jesús es salir del egoísmo, es servir a los demás de corazón.
Hay que tener mucho cuidado con las respuestas a las preguntas, que no nos pase el oso de Pedro que no supo a ciencia cierta que su respuesta fuera de ser explosiva no era muy sincera. Palabras e ideas un poco infantiloides pero lejos de la realidad existencia, espiritual y trascendente.
Es muy fácil definir a un Jesús potente, poderoso, rey, que podía de todo pero lleno de preguntas sin respuestas, que no estamos alineados con un Jesús que va al sacrificio, a la Cruz, a las dificultades. Y parece que ese programa no nos gusta, el apego a la vida y sus placeres nos cercan por todas partes. Preferimos una vida de gozo y éxitos pero huimos de la Cruz.
¿Si hoy volviéramos a escuchar la pregunta Y QUIEN DICEN QUE SOY YO?. nos saldría la explosiva respuesta del viejo Pedro pero lejos de la realidad…
O estamos dispuestos a ir a la Cruz, a pasar por la Pascua, a acompañar al Señor en su dolor y muerte. Estar dispuestos a la transformación que genera la cruz, el dolor, las dificultades, las emociones de vivir en el Señor con todo lo que comporta de sacrificio y negación para poder alinearnos con El asi en la muerte como en la Vida del Resucitado.
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