Aquel entrañable pueblo arameo del desierto descubrió al Padre Creador, cuando anduvo esclavo en Babilonia y les tocó hacer trabajos forzados, porque fueron los encargados de limpiar los canales de riego que magistralmente habían inventado los habitantes del imperio Asirio Caldeo, que poblaban los valles y las cuencas de los dos ríos prodigiosos de esa zona geográfica bañados por el rio Tigris y Éufrates y que ellos con enorme sabiduría habían repartido como ingenieros agrónomos para fecundar esas tierras con agua por todas partes.
Al observar una zona verde, fecunda, con agua, llena de árboles y vegetación, tan ordenada y multiplicada por el trigo a borbotones en cada centímetro cultivado. Eso los llenó de admiración y descubrieron que había un Padre Creador del universo, y empezaron a honrarlo. Cultivar, cuidar, hacerlo producir era la manera como respondían a la inteligencia del creador como Padre responsable. Así pasaron muchos siglos con una relación de pueblo que manifestaba su empatía con el Padre. Padre que les daba tierra, para ser trabajada y en solidaridad como pueblo, como hijos, como hermanos. Sintieron en su corazón que había MONOTEISMO, que solo había un Dios proveedor, que era Padre Creador. Esa fue la enorme captación de la revelación del Padre entre ellos y que fue fundamental para el desarrollo de la espiritualidad en torno a un Solo Dios.
Cuando nació Jesús y este empezó a hablar que “era el Enviado, descubrieron al Hijo”. “Yo he sido enviado, quien me ve a Mí, ve al Padre” y demás juegos de Palabras. “Nadie puede hacer las cosas que Yo hago, si el Padre no está con El.” A medida que la primera comunidad fue creciendo, después de que Jesús los invadiera como Resucitado y fuera multiplicando la comunidad de creyentes, como lo narran en Los Hechos de los Apóstoles…a medida que la Teología fue avanzando en oración, en sentimientos nuevos, en organización intelectual y vital, llegaron a conclusiones nuevas, fuertes, atrevidas y pudieron captar mas fuerte la Revelación de Dios entre ellos.
Y todas las menciones en las que el Hijo cumplía la voluntad del Padre en esta tierra.
Y de esa mutua relación tan fuerte entre el Padre que envía y el Hijo que cumple la tarea de la Salvación, de la Redención, brota la fuerza del Espíritu Santo. Sangre y savia que intercomunica el AMOR. Cuando Jesús muere y empiezan a notarlo Resucitado, es que se les abre el entendimiento y saben que Jesús tenía una MISION, y la cumplía. Que ellos también tenían otra misión y debían hacerla, cada uno descubriendo con la oración.
Fuerza que aviva el sentimiento mutuo de un Padre Creador y un Hijo obediente que hace su tarea sin robar la tarea ni la misión del Padre. Hijo es el que cumple. Hijo es quien se especializa en hacer unas tareas del Padre. El Padre creó una finca, una hacienda y allí puso una serie de tareas: fecundar la tierra, ponerla a producir, cuidar y alabar la tierra, y fortalecer la comunicación entre hombres y mujeres para poder realizarse como interlocutores ante ese Dios Padre de la Creación y comunicar como el Hijo, la misión.
Porque quien no comunica la misión-tarea se queda “sordomudo y egoísta”, quien no amplía la Revelación de Dios ante los demás, no sabe lo que es ser misionero, enviado por Dios. Quien se calla o agrede no descubre el sabor de la palabra que nos ilumina por dentro. Quien no ilumina a otros o los envolata con carretas insípidas, no cumple la tarea de manifestar al Padre y al Hijo que fue enviado. Quienes se comprometen con la palabra y la expresan, la manifiestan, la ponen por obra, ante los demás esos cumplen la tarea de Hijos, ante el Padre. “Que le conozcan a EL, como Creador”.
La Palabra es el Verbo que se hizo Carne, que se enhebró con la historia, que se hizo Humano, que siente que posee tareas-misión. La Palabra es un misterio muy importante ya que es la REVELACION del adentro hacia afuera, lo que pasa en el interior y se manifiesta en lo externo. Es el proceso de rumiar la palabra para poder transmitirla con la palabra en sí y con las obras, con la vida.
La PALABRA es lo que nos hace humanos, no solo por poder hablar sino escuchar. La palabra va y viene. Es hablar y escuchar. Es captar toda la profundidad de que lo que nos hace humanos, es poder exclamar la palabra, poder relacionarnos con los otros y poder escuchar.
Además de poder aclarar la expresión con la palabra hablada y escrita, que se extiende a la Palabra vuelta música o expresión con dibujos.
La humanidad se demoró mucho en hablar, fue muy tardío que empezó a hablar-expresarse. Parece ser que cerca al año 12.000 cuando saltó del paleolítico al neolítico y descubrió la semilla y las formas de quedarse quieto y vivir en grupos asentados cuando en las “noches” sintió la necesidad de conversar, de contar lo que sentía y pensaba. Nació el humano-parlante, el humano-oyente, el humano con necesidad de conversación.
Porque es frente al otro, es sintiendo que yo soy cuando me enfrento a la alteridad, al rostro del prójimo, cuando me doy cuenta de mis reacciones, de mi capacidad de respuesta y pregunta que tengo en la vida. Yo soy en la medida de mi abismo ante el otro que tan bien tiene vida pero es diferente a la mía. Es el otro, quien me confronta la sombra, son los demás los que me hacen sentir el vacío y las carencias, son los otros quienes me preguntan o responden y siento que soy diferente y con expectativas.
Cuando tengo un rostro diferente al mío, al frente me doy cuenta de mis necesidades, y cómo es mi comunicación. Es en ese cuadro del ajedrez de la vida donde me doy cuenta cómo se mueven las fichas. Y qué grado de asertividad o desfalco tengo en mi vida.
Solo quien capta como hijo que hay relación profunda con el Padre, empieza a sentir una energía amorosa, una fuerza que sale y entra, que va y viene, que los comunica con mucha intensidad. Es el AMOR.
Amor que se manifiesta como hilo conductor que sale de la conciencia personal y entra a la conciencia personal y vincula, sella, llama, compromete. Es el amor como energía que da y recibe, que da y comparte, que recibe y abre para ser mas generoso. Amor que va descubriendo una espina dorsal que no permite distracciones en otras formas de malgastar la vida. Que va asumiendo los ejes centrales de la vida como compromiso fundamental. Que atrae y consume en esa energía.
Jesús tenía que retirarse a cada momento a solas a conversar con el Padre y a sentir la fuerza del Espíritu para estar centrado, para organizar las prioridades y aspectos fundamentales de la Misión.
Las tentaciones, los enredos egoístas, las faltas de estar centrado descompensan de esas energías claves y envolatan a la persona y lo conducen por toboganes egoístas, sin rumbo y peligrosos.
Al Espíritu Santo hay que invocarlo a todo momento, hay que situarlo en su Presencia constante para tomar las determinaciones puntuales de la vida y no irse a torcer. La oración, la presencia de Dios, la invocación continua, la alegría de vivir centrado en la Trinidad hacen mas fácil la vida y con mayor capacidad de acierto.
Cuando me sienta hijo ante el Padre creador, empezaré a descubrir el sentido de la vida como tarea de dejar el mundo mejor de lo que lo encontré. Cuando no compita con el Padre en Responsabilidad, podré captar que tengo tareas para desarrollar como hijo-dependiente del Padre. Cuando sintonice mi rostro frente a otros rostros cercanos y desconocidos podré ir tejiendo la fuerza AMOROSA, para entablar relaciones afectivas de dar y recibir, de dar, recibir y compartir sin competir. Es vivir en equipo y familia descubriendo la capacidad de comunicación y respeto.
Porque al final de la vida es haber descubierto que el primer sentido de la existencia es resolver problemas y el segundo es volverme bondadoso. En la medida que hay resuelto problemas y sea bondadoso puedo encontrarme con la Muerte como la manera mas natural de encontrarme con el Padre, con la Trinidad.
4 de mayo 2.015
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